SOMBRA DE MUJER EN LA HOJARASCA
Como un galgo corredor en el desierto,
busco las torres del olvido,
y me ayudo con el viento,
a duplicar el eco del infinito.
Como un señuelo de estrellas,
que busca aprisionar soles de días azules,
así te conocí yo entre abedules,
dulces, dulces,
y entre escamas de tardes estrechas.
Y esa risa que cantaba tus llantos,
y esa voz callada e inquieta,
que me recuerda soledad,
entre olivares y albahacas y ruindad.
Mira a tu alrededor, esta todo lleno de ellas,
las espuelas de la brisa entre chispas,
se cuelan entre tus piernas y granizan.
Y en medio de este bosque de fémures y fíbulas,
crece adusta una lágrima entre tallos,
de raíces de esperma y canículas,
de hojarasca y gélidos desmayos.
¡Ay dulce, dulce vives en un laberinto!
Y me dejas solo para poseer a Ariadna,
para birlarle el fuego de su instinto,
y en un descuido su deseo se agiganta,
y nos consume como fieras sin destino.
ROGERVAN RUBATTINO ©
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