Isabella Vargas

Seducir

La RAE define “seducir” como “Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual”, que suena bastante fácil. Y es que no hay nada más sencillo que seducir un cuerpo: cualquiera con la capacidad suficiente para decir unos cuantos halagos y dar unas cuantas caricias, puede. Ya sea con un cumplido, un beso en el cuello, o hasta una simple mirada, el cuerpo es capaz de sucumbir a sus instintos más primarios. Lo difícil a la hora de seducir, es que la mente siga los deseos del cuerpo. Cautivar la mente: esa sí que es una ardua tarea. Para conquistar nuestra parte racional, aquella parte calculadora, lógica, y por qué no decirlo, aburrida, se necesita tener una gran habilidad con la palabra: filósofos del día a día, escritores y poetas natos, actores en el escenario de la vida… Él es uno de ellos. Me compara con el sol, la luna y las estrellas en símiles de azúcar y metáforas que hacen de mi corazón un cohete que se me sale del pecho con cada hipérbole y como un hipérbaton los sentidos en mi cabeza desordena. Me hace sentir, reír, correr, querer, amar, le da dinamismo a mi vida como el asíndeton a mis poemas. Y con sus caricias y sus mimos y sus abrazos y su atención y sus palabras mi tiempo se congela en los serenos momentos de amor, como con un polisíndeton en medio de una reflexión. Él combina la dulzura y el frenesí, combina la miel y la lima, combina las caricias y los golpes de pasión. Yo combino mis palabras y las rimas,  combino mi ingenio y las anáforas, combino el paralelismo y la antítesis. Y revolviendo en el cajón de figuras literarias, voy a dar con que su figura es la que más me gusta, porque no solo seduce mi cuerpo, sino que estimula mi mente con sus palabras hasta que mi alma llega al clímax.