Hasta que te conozco
ciudad de agua
de gorros rojos de gondoleros
de pilastras de caramelo
de mi aturdida infancia.
Hasta que te veo
vaivén de oscuras,
de espesas aguas
rompiéndose en Rialto, viniendo
y yendo corazón de murano
de azul porfía
sobre las quillas de gaviotas
blancas góndolas
de San Marcos,
de mi alma.
Impaciencia de echar a volar
mi controvertida paz
y el lacerante repique
de tantos sentimientos
fríos, de tus mareas altas y tempraneras
que estrujan las horas
los adriáticos oleajes
y los colores extraños
y la temperatura extraña
de este sol
invernal.
Bolívar Delgado Arce