Tres operarios que se afanan por encima.
Una suerte de grúa sentencia los pecios
de las últimas alegrías, que se vendieron en
colmados de hipocresía.
Sobre mi cabeza sobrevolaron pedazos de
ilusión que se maceraron en pretérito espumoso.
Las luminarias que encandilaban mis pasos
se muestran ya frías, blancas, envueltas en sábanas
de sueño eterno, aunque anual.
El que fue deseado descanso, el que parecía inalcanzable,
no es más que una página ya amarillenta, con números
rojos y negros manchados de salsas que esperan su peste.
Hay pasados que, apenas mueren, son arrumbados donde
no molestan, porque no han merecido ni el recuerdo.