Si esto es lo que debiera sentir, siento
que aposté el mundo a una causa perdida.
Me quedan las cenizas de tu huída,
las que se lleva el viento.
Para cantarte en una noche fría
he escrito un par de versos en el cielo:
míralos cuando pase el mediodía,
corre el tupido velo.
Nada más atroz que un adiós temprano,
nada como dormir estando alerta,
por si vuelves trayéndome el verano,
para cerrar la puerta.
¡Márchate! aunque ya te hayas marchado,
¡Vete! Llévate el cuadro y el abrigo,
que aunque no estés, quiero sentir, callado,
que soy yo quien lo digo.
Cuando quieras volver, no estaré para
rendirte un verso, un canto ni una flor.
Que tienes más de espalda que de cara,
infortunado amor.