La brisa suave mañanera peina los árboles con firmeza.
Olor a tierra, a musgo, a flor silvestre fluctúa en el ambiente.
Los naranjales muestran orgullosos sus frutos.
El cielo despejado, azul intenso. Ni una nube besa el firmamento.
Las golondrinas planean, danzan despreocupadas el vals eterno del silencio.
Escucho el canto sublime del riachuelo. Suave, sereno, tranquilo. Al encuentro va de su mar amigo.
Camino lento mientras siento el destilar del tiempo.
Observo, solo observo. Me invade un intenso sentimiento. Paso al lado de una higuera, desnuda está, ni una hoja ha quedado en ella. A simple vista parece seca, muerta.
Espera, solo espera que la primavera le susurre dentro y reviva orgullosa, fuerte, plena. ¿Se cansará la higuera de esperar? ¿Tendrá temor de que ese día no llegue nunca? ¿Qué la anima a seguir esperando? La toco, está fría. Acaricio su tronco, es áspero, pleno de cicatrices que se han oscurecido con el tiempo. La abrazo sin importar que cualquiera me mire y me juzgue enfermo. Me identifico con ella.
Quisiera tener su paciencia, su aguante, su talante y temple, mas reconozco que no lo tengo. Que en ocasiones me cubro con el tupido velo del pesimismo. Me canso de esperar de mantener esa mi pequeña esperanza. ¿Y si me he equivocado? ¿Si todo es un mero espejismo de un alma soñadora e ilusa? ¿Si he perdido la mitad de la vida y la próxima sigo perdiendo? ¿Si esa ansiada primavera jamás se presenta?
Ensimismado en reflexivo vagar. Mi mirar se topa con un pequeño brote en la higuera. Alzó mis ojos y sonrío, ¿una señal?....