Fuiste engendrado entre las nubes
y te arrojaste desde lo alto
al saber que de pie caerías
sin hacer ruido, sin impacto.
Tu curiosidad desconfiada
hace de ti un viajero nato.
Vistes de elegancia el suburbio
y eres príncipe de los campos.
Criatura enigmática que andas
flotando por las sombras, rayo
en la huida, estatua en la emboscada
previa al infalible zarpazo.
Depredador furtivo, siempre
alerta: vista, oído y olfato
afilados como tus uñas,
con las que te aferras al mármol.
Cavas hasta dar con el topo
y atrapas al ave en el árbol.
Para aproximarte a la luna
te encaramas a los tejados
caminando por las paredes
y allí la contemplas sentado.
Contorsionista insuperable,
no es casualidad que a lo largo
de los siglos, todos los grandes
pueblos te hayan domesticado
escogiéndote como amigo:
Egipcios, persas y romanos
fueron embrujados por ti;
maullaste en el anfiteatro,
ronroneaste en las pirámides.
Te envuelve ese misterioso halo
de leyenda que al elegido
cubre. No das un paso en falso
aunque corras por la delgada
línea que separa lo blanco
de lo oscuro... inmortal mascota,
grácil felino, pulcro gato.