Tal vez cuando los hijos son pequeños, nos parece
que la preocupación está en su máximo esplendor...
Apenas crecen un poco, se duplican los temores,
las dudas y aumentan sinsabores opacados por
momentos que nos llenan de orgullo...
Dedicamos tiempo a intentar prepararlos para la vida,
a ser ejemplo y guía para su camino y muchas veces
hasta intentamos hacer que esta sea más fácil
de lo que fue para nosotros...
No sabemos si todo lo que hacemos por ellos será bueno,
o demasiado, pero si estamos convencidos de que lo hacemos
de corazón...
El mejor momento que les dedicamos es aquel que lo hacemos
cuando usamos nuestra alma llena de caricias en palabras,
en acciones y en pensamientos que les demuestran cuanto los amamos...
Ante esta avalancha de temor frente a la vida
solo nos queda pedir cada día que el creador
nos permita cosechar con creces lo que estamos
sembrando en ellos...