Cada vez que se cruzan,
nuestras miradas hablan;
a veces susurran o claman,
lo hacen desde un silencio
respectuoso con nosotros.
Cada vez que se cruzan
nuestros ojos se contienen
en una mirada controlada,
a veces demasiado atada,
otras tímida y prudente.
Cada vez que se mezclan
nuestras risas suenan:
piano cuando sonrien,
allegro o in crescendo,
afinando o desbordadas.
Cada vez que se cruzan
nuestras vidas se detienen,
el tiempo es una estrella fugaz;
tasto el sabor de cada instante
desde la distancia confluente.
Cada vez que nos cruzamos
el tiempo me parece ausente;
cuando nos despedimos,
emerge y se hace presente.
9 de enero de 2018
Pau Fleta