La vida se había inundado.
De un azul como el mar en los cuentos para chicos.
El asfalto dejaba de verse triste.
Crecían rosas por cada paso que daba.
La noche era un jardín lleno de flores.
De todos los colores.
Incluso de esos que nadie conoce.
Yo era feliz.
Apreciaba a esos chicos que me hacían reír.
Porque no hay nada mas lindo que una risa.
Y reírse.
No importaba como iba vestido.
Ni siquiera importaba como iba peinado
Ni mis dientes torcidos.
Solo importaban mis dos amigos.
Y yo.
Que me reía libre.