Déjate de mesura,
revuelve la sangre
que se escapa entre tus dedos,
mánchate con ella,
hazla pintura de guerra
siéntela tibia, circulando, espesa…
Cuando te vayas,
que tu huella sea imborrable
que aquella tierra que ha de caer
no oculte jamás tu perfil,
amable, entregado, sacrificado, luchador,
reliquia, en cada corazón que anidaste.
Seccionada de tu propio avance
transferida a otro espacio ya habitado
que nublando tu esplendor
te confinó a ser sombra
de otro reflejo.
Jamás se consumió tu espíritu,
nacido de la esencia pura de la madre tierra,
apadrinado por el mismo viento, indómito,
y mimado por el mar, impetuoso.
Principio y fin de una causa,
causa que en el tiempo se hereda,
herencia que se hace semilla,
semilla que acuña a tu casta. (A mi madre)