Muerte, te ciernes sobre mí
deseosa de borrar mi sombra,
pero te pierdes
en el laberinto de mi entusiasmo.
No estimo tu constancia
ni apruebo tus ínfulas arcaicas.
Sé que mientras tenga
resuelta como ave el alma
y que mi contienda por la vida
sea inexorable, tu presencia
seguirá siendo abstracta.
Y si en el descuido
te me acercas demasiado,
será exiguo tu reinado
porque a un paso
de mi último aliento,
estará atenta a desvanecer mi sombra
el resplandor de la esperanza.
Es absurdo el orgullo
con el cual te coronas
ya que es triste el velo
que te cubre.
Déjame decirte
que no eres eterna
aunque el tiempo tenga
el estilo de tu impronta.
¿Sabes?, al instante mismo
de que me haya ido
recordarán mi nombre
para echarte al olvido.