Ana Maria Delgado

Adicciones de invierno

Es un viernes cualquiera

caminando bajo la lluvia,

y de repente, en un instante,

nos volvemos a encontrar,

te acercas lentamente,

y comienzo de prisa

a perderme en ti,

tiemblo impaciente

olvidándome de todo,

tu mirada celeste

se encuentra con mis ojos brillantes y húmedos,

al fin,

después de eternas noches deseándolo,

delicadamente se llenan de ti,

detallan tu rostro,  

tu boca, tu abrigo,

sobrepasan tu piel,

me anclo a ti,

a la tibieza inconfundible de tu cuerpo,

y la esperanza regresa intacta,

desaparece el dolor,

mi memoria se adormece

olvidando que a veces

eres la adicción más perversa.

 

Te acercas retándome,

lenta y delicadamente,

con tu olor a violetas y caramelo,

naufrago sin fuerzas en tus labios únicos

reviviendo con cada rose todos tus recuerdos,

y olvido que una bebida humeante

me espera en el café del parque,

donde unos ojos azabaches

revolotean ansiosos entre la gente,

esperando verme arribar

para recuperar la esperanza.