Es un viernes cualquiera
caminando bajo la lluvia,
y de repente, en un instante,
nos volvemos a encontrar,
te acercas lentamente,
y comienzo de prisa
a perderme en ti,
tiemblo impaciente
olvidándome de todo,
tu mirada celeste
se encuentra con mis ojos brillantes y húmedos,
al fin,
después de eternas noches deseándolo,
delicadamente se llenan de ti,
detallan tu rostro,
tu boca, tu abrigo,
sobrepasan tu piel,
me anclo a ti,
a la tibieza inconfundible de tu cuerpo,
y la esperanza regresa intacta,
desaparece el dolor,
mi memoria se adormece
olvidando que a veces
eres la adicción más perversa.
Te acercas retándome,
lenta y delicadamente,
con tu olor a violetas y caramelo,
naufrago sin fuerzas en tus labios únicos
reviviendo con cada rose todos tus recuerdos,
y olvido que una bebida humeante
me espera en el café del parque,
donde unos ojos azabaches
revolotean ansiosos entre la gente,
esperando verme arribar
para recuperar la esperanza.