Ron Alphonso

La clase de español

La clase de Español.

Una amarga tristeza me invade...
esta vez no voy a decir que es el tiempo...
que ha llovido todo el día... que esto y aquello,
porque no es así.
Llueve en mi alma...
mi corazón por esa humedad, esta arrugado.
Te confesé mi amor, el que había callado por respeto... 
dijiste que me admirabas, pero no me amabas.
Lo acepté.
Como encadenar tu deliciosa libertad.
Prometí cuidar tus alas y vigilar tu vuelo,
era lo menos.
Si no podía volar a tu lado, 
le contaría al mundo lo alto que vas.
Pero aquella mañana...
sal y dulce,
sol y sombra,
vida y muerte...
Creí que tomabas el primer café...
ví entreabierta tu puerta...
entré en tu cuarto y oh Dios ... 
dormías...
el calor de la primavera obligó tu desnudez...
la blanca sábana de popelina que debía cubrir tu cuerpo,
cayó al suelo...
Tu piel húmeda, tus senos en reposo...
pero esos pezones siempre erguidos... 
produjeron en mi, un corrientazo de un millón de voltios.
Algo se empezó a endurecer dentro de mi pantalón.
No seria el todo... descuidadamente moviste una de tus torneadas piernas...
que se descolgó de la cama...
uff...
tu sexo húmedo, delicadamente acicalado, con traje adolescente... 
solo un pequeño remolino de vello dorado, coronaba aquel monte de venus.
El pequeño botón del placer, 
se insinuaba en el medio de esos labios apenas marcados.
Que hendidura mas deliciosa. 
Cerrada, apretada, se pudiera creer que allí, el viento entraría ajustado.
El embeleso me hizo olvidar, que solo vestía... 
una toalla al cuello y un amplio pantalón de lino.
El testimonio de mi hombría estaba erecto 
y asomaba victorioso su imponente mástil...
apenas conteniendo una gota, del cristalino lubricante del amor.
Me sostenía de pie... 
me había acercado curioso y sin darme cuenta, 
la mentada gota, amenazaba caer justo sobre tu rostro.
Esa carita tan llena de ternura, con aquellos inmensos ojos, ahora cerrados.
Pasan por la calle unos bullosos chicos, que hoy no se si bendecir.
Te despertaste cual gatito perezoso.
Te quedaste mirándome...
bien pronto entendiste el escenario.
No te sorprendiste.
Tomaste en tu mano aquella erecta golosina, 
y tu boca... sirvío de refugio a gran parte de su palpitante dimensión.
Ni un pequeño hubiera devorado con tal avidez, su anhelado bombón.
Ahora tus pechos estaban duros, erguidos... lo que siguió después...
por pudor no lo describiré. 
Querías calmar tu obligada abstinencia,
querías ser atrapada, atenazada, vulnerada. 
con fuerza, con violencia casi...
yo no te quería faltar al respeto.
Quería poseerte tiérnamente. 
Entrar hasta el fondo de tus entrañas, sin lastimarte.
Con amor del bueno, del que mima y no daña.
Penetrar sin herir...
Yo... el beso tierno y jugoso.
Tú... el mordisco, el arañazo.
Yo... el te amo susurrado.
Tu... el... cógeme ahora !!!
Fue el encuentro de dos mundos.
Ninguna explosión del universo, produjo tantas sensaciones.
Te complací... nos complacimos.
Me diste lo mejor de ti.
Me regalaste la vida, me enseñaste tu amor.
Luego del combate amatorio, 
nuestros sudorosos cuerpos tumbados lado a lado, 
testimoniaban el suceso. 
Mi espalda, mi pecho... 
sangraban la furia de tus uñas. 
Tu cuerpo todo, olía a mis besos 
y en tus oidos retumbaban mil te amos. 
Tu entrega... manifestó tu admiración.
Mi amor... nunca te perdió el respeto.
Ahora... bajas la mirada y le huyes al encuentro,
me saludas con un tímido hola y ya no sonries.
Te ame con ternura, mi dulce niña ingenua,
me devoraste...como yegua en celo...
Me enseñaste de ti, con la pedagogía de tu cándida inocencia,
yo escribí en tu entraña, el poema que tu cuerpo inspiró.
Viví toda la primavera en un momento. 
Aluciné, me embriague de eternidad. 
Mi tormento... 
esta maldita encomienda que me recuerda, 
que volveré a ser tan solo... 
tu dedicado maestro de Español.


Ron Alphonso 

6 de Noviembre de 2016