Hace tiempo, no sé dónde,
un gato y una gata
se encontraron en el bosque
En el bosque de las matas
-¡Que milagro! ¡Qué alegría!-
exclamaba la gata,
pero el gatico, aunque feliz,
tenía herida una pata.
La gatica muy tierna
y sin tanto afanarse
al gatico auxilio
y le ayudo a levantarse.
Caía ya la noche
y el bosque oscureció,
al no ver donde esconderse
el gatico se afano.
Sin pensarlo dos veces
del afán, de la carrera,
el gatico y la gatica
se metieron donde fuera
-¡Vaya suerte!- dijo el gato
-no está mal- dijo la gata
Era un nido elaborado
que calentó sus patas
Una linda madriguera
con el mejor colchón.
Se arruncharon muy junticos
como bolas de algodón.
Al llegar el otro día
y los días venideros
encontraron la manera
de ser buenos compañeros
El amor no tardo mucho,
parecía cierto y sincero.
Entre lamidas y caricias
conquistaron el bosque entero
La gatica quiso irse
a un lugar mejor.
El gatico la seguía,
nunca se negó.
El amor de la gatica
era algo incomparable,
pero nunca se arriesgó
para hacerlo rentable.
Si el gatico no salía
la gatica tampoco.
Se lamian ya menos
se comunicaban ya poco.
La gatica se afano
por las cosas que quería,
perdió la fe de conseguirlas
con el gato que tenía.
El gatico era brillante
con potencial, decente,
pero ya no valía nada
para esa gata exigente.
¿Qué pensara la gatica?
se preguntó una mañana
no la vio venir,
lo arrojo por la ventana.
Tres años de experiencias,
de ronroneos y cazar ratas
se fueron por la inconciencia,
por pensar con las patas.
Por eso, amigo, créame
ahora que me “escucha”,
vale más ser una chucha
y conseguirse una liebre.
Autor: Diego Guzmán