– ¿Me devuelves la alegría?– preguntó al vigilante de turno. Indiferente, él siguió su guardia.
– ¿Cómo la recupero? ¿La podré reconocer?–. Pensaba– Sé que era valiosa ¿Para qué la quieren y la almacenan en ese galpón? Yo le daría utilidad... creo.
– ¿Quién sos? ¿Qué hacés ahí? ¿Me estás espiando?– Le pregunta de pronto al ser que se hallaba frente a sí .
– Te estuve observando. Ellos se llevaron mi amor. Yo tengo un plan.
– Esperá... ¿Qué es amor? ¿Por qué debo escucharte?
– Ellos tienen ocultos los sentimientos del mundo, pero no cualesquiera sino los más valiosos. Los que más importan. Se los aplican a sí mismos porque carecen de ellos. ¿No escuchaste últimamente sobre la desaparición de científicos?
– Es cierto... Lloré y lloré por cada uno de ellos. Mi tristeza no tiene fín...
– Los sentimientos no les funcionan, se acaban rápido. Se desvanecen apenas los absorven, por eso buscan a los científicos. ¿Me vas a ayudar?
– Y ¿qué puedo yo hacer? ¡Sólo voy a estorbar!– Llora.
– TE DIJE QUE TENGO UN PLAN–. Le grita.– Tenemos que hacer algo hoy sino seguirán desapareciendo nuestros sentimientos. Ese guardia, por ejemplo, lo único que conserva es la fortaleza de carácter. Si se la quitamos tendremos ventaja. ¿Me vas a ayudar, sí o no?
– ¡Está bien! ¿Qué querés que haga?
– Llorá... llorá lo más que puedas, vas a ver que se reduce esa fortaleza. Por el resto no te preocupes. Una vez que se distraiga, yo ya sé que hacer.
Y así fué como todo volvió a la normalidad... Excepto por los científicos que aún siguen cautivos.