El dolor no se repara con la costumbre,
con la inercia repetida de la herida,
con el aguante en ojos que no lloran.
Sentir fortaleza es algo pasajero,
las murallas de hierro se oxidan con oxígeno
y nosotros respiramos oxígeno.
El dolor se va como se van los martes,
con amar la vida
y vivir el llanto.
El dolor se va como se van los aviones,
con el día a día,
persiguiendo un sueño.