Keilyn M.

SofocaciĆ³n

Su presencia no regresó más,
era la soledad la que esta vez la abrazaba,
la que besaba su espalda tras una larga noche de insomnio,
la que le susurraba al oído cada minuto,
y quien la llevó lejos para abandonarla.

Fumo la felicidad,

elimino las sonrisas,
incrusto la angustia en su piel,
y perforó con palabras su alma.