Ayer me ahogaba inmerso en un
mar de certezas vacías.
Veía por delante caminos que no
eran, por ser lo acostumbrado.
Me deslizaba a lomos de un tren
sobre desfiladeros de seguridad,
ciego, sordo, casi mudo.
Una mano oculta sostenía la cruceta
de mis hilos, me daba sinsentido.
Una noche, al abrigo de unas voces que
replicaban mis ecos, robé las tijeras
a la parca, las elevé sobre mi cabeza.
Sin dar opción a la duda me atreví a
cortarlos, perplejo descanso.
Por momentos yací informe, exánime,
sin estructura que me diera soporte.
Al poco noto como la esperanza
empieza a colarse por los poros de trapo
de mis extremidades hasta hacerlas erguirse.
El asombro me embargaba al ver cómo
era capaz de andar por mí mismo.
Hoy ya no soy marioneta, eso creo.
Mis hilos navegan al viento del nunca jamás.