Es mi expiación de culpas;
sentir menesteroso,
yo la amé demasiado
¡perdóname mi amor...!
¿Culpa? Mucha he tenido,
pero se partió el nido
y partió la gaviota
con su carcasa rota:
¡Qué dolor he sentido!
Ay es tu juventud...
ay la beatitud
que sale de tu boca;
tu beso hoy no me toca
¡Vida!..¡Qué ingratitud!
Una fuerte voz se oyó,
mi alma tenue cayó;
ingrato amanecer;
es voz de una mujer
que me dice: «soy yo».
Amor mío, jamás tuve miedo;
sólo ahora lo sé, pero no puedo
amanecer en tu inmortal silueta,
y aunque lloré con alma de poeta:
con alma y corazón tan triste quedo.
Un infante hace bulla;
y en su azul aleluya
me ha dicho sin razón:
«le doy mi corazón
para la amada suya».
Pobre, pobre criatura,
que tanto así murmura.
¿Es alguna señal
para mi propio mal,
o puede ser locura?
Ya todo está sangrando
cual dos difuntos ríos;
cual dos triste celajes.
Y todo está sangrando
como dos tristes Ganjes.
Otra noche tan fría,
mi glacial no se fía.
Un sentir exhala,
y en esta noche mala;
sólo tu aurora es mía.
Que tanto hemos llorado
por nuestro ser amado,
hasta un triste universo.
Diré en un solo verso:
\"la lloré demasiado\".
Qué jardines sin flores,
qué día sin albores.
Desierto sin arenas,
oasis de mis penas.
Corazón no llores.
Pero tú, que solías ser sublime,
como las lejanías del cenit
como las cercanías del nadir
Amada, espero que por siempre viva.
Tu mirada verónica,
me busca rauda y sónica;
he aquí gira tu ojo
llorando un cielo rojo.
¿Vendrás, princesa armónica?
Tú, que tanto esperas
las lunas austeras;
sabrás pues hoy día
que yo moriría,
porque tú no mueras.
Mi amor que ama y sueña
en ayes se empeña
a ver lo prohibido;
desde que te has ido
la luna es pequeña.
Mi corazón abarca
como un triste monarca;
esta pena Real,
que es Corona del mal
y como un réquiem de Parca.
Buenas noches amada,
oh ninfa idolatrada
solamente algo sé...
en sueños te veré
junto a mi alma sentada.
Este libro es escrito a tu belleza,
la penumbra infinita de pureza
de la testa a tus pies, de tu castillo
eregido en la noche de tu brillo.
Este libro es tu nombre y mi vileza.
Esto es como Hagarta,
cual guerrero de Esparta
que en su pena el sol raya,
y cual fiel atalaya,
ha traído tu carta.
Una escarlata aguja
llora, y a ella me empuja:
tal vez me quiere ver,
y dolosa coser
mi triste corazón.
Que he lavado tus pies
con profundos besos,
uno a uno, en aromas
de alma y de mis huesos...
Y te amé, ¿lo ves?
La melancolía
es como agonía
por mi triste lado?
desde que has marchado;
muero día a día.
Mi fúnebre corazón,
a forma de fiel blasón
deja la perenne huella
de su propia muerte, es ella
la vida, ten compasión!
Hay una verdad muy cierta,
una que abre toda puerta
y que cierra toda herida;
que si no estuvieras viva,
prefiero una tarde muerta.
¿Dónde estás pueblerina?
Oh crisálida andina.
¿Dónde estará tu amor?
que en dulce Oro Mayor
me daba tu alma fina.
Y no apareció por mi vera;
se hará entonces primavera,
vendrá también el verano
a decir: nada fue en vano.
Ojalá que ningún rosal la hiera.
Quiero tanto en este día
lleno de melancolía
buscarla con gran pasión
por esta inmensa nación
y rendirle pleitesía.
Tal vez esté por un país lejano
donde mi corazón muy triste y llano
no entiende que ya no puede volver;
y que jamás mis ojos la han de ver
tocando mi rostro con su mano.
O tal vez como si nada
estará, estoica y callada,
llorando desde su testa
una muchedumbre a cuesta.
¡Es mayeutica mi amada!
Amada, siempre te espero
con mi dolor agorero,
pa\' decirte bienvenida
a la tierra prometida.
¡Pero ven pronto que muero!
Hasta que vuelvas guardaré mi duelo,
bajaré a los infiernos, iré a los cielos
con mi verso y espíritu impaciente
de sepulcro y pecado que no miente;
pediré a algún beato tu pañuelo.
¿Acaso porque esta lejos
ya no puedo suspirar?
Si siempre la voy a amar,
aunque nos volvamos viejos.
Si ella es ninfa de mi mar.
Para qué voy a querer su mocedad,
si ella siempre será la más hermosa,
y siempre su eminente lealtad
me alcanzará, serás mujer virtuosa
incrustada en fragores de una rosa.
Amor, no te lo niego,
mi ojo se ha vuelto ciego
de vigilar tu ausencia;
le falta tu presencia:
amada, vuelve luego.
Mi dolor ya no cesa,
tu boca no me besa,
y siento un gran vacío
que llora como un río.
¿Dónde estarás princesa?
Y por lo demás...
no sé a dónde estás.
no me regocijo,
pero ella bendijo
su \"eterno jamás\".
Tú siempre has sido bien, y me has amado,
igual que ama la Esfinge a su desierto,
de tu lágrima fui lobrego y muerto.
Echo de menos tu brillar dorado.
Tu amor se ha constelado en un rubí,
no obstante...yo fui como siempre fui.
Vientos del norte, viento de ese sur;
en mi resignación hay un agur.
Más sospecha ese corazón de mí.
¡Ay! Te pido clemencia,
aunque no existe ciencia
que sane mi pecado.
Amor, mucho he llorado;
esta falsa inocencia.
La noche es astuta
y jamás se inmuta
ante mi dolor,
le falta valor
cuando allí se enluta.
Entonces yo te sentencio
mediante lo que presencio;
que regreses de tu andar;
acudo triste a gritar.
Y ella se queda en silencio.
El tiempo pasa y no cura
mi tristeza que se endura.
Ella pronto volverá,
y mi amor la esperará;
le digo a mi ánima obscura.
Me guardaré intacto,
bermejo y exacto
hasta tu venida,
no alcanza la vida
para esperarte, guardaré mi pacto.
Mi dolor es cual demonio
de mis frágiles plegarias,
no quites mi dolor Arias,
déjame ese testimonio...
de mi dolor fiero,
mi dolor primero,
el que vil se esconde
por un: \"no sé dónde\"
como un forastero.
Perdona a este instrumento
que se echa en su lamento
a llorar desde su faz;
tu caucásica paz
en un fatal momento.
Perdona si te hice mal
en esa noche auroral,
y que ahora está perdida,
quisiera escocer tu herida
con mi poética sal.
Me arrepiento
y no miento,
de ofender
tu gran ser.
Eso siento.
Cuántas noches a oscuras
fuiste cual luces de ternuras
por mis dos sienes errantes,
y aunque triste tu semblante;
lloraste en tus sepulturas.
No quites el recuerdo
de haberte yo tenido..
feliz así he vivido.
Tu recuerdo vive en mí,
Oye: nunca te he olvidado.
Derechos reservados de autor
David John Morales Arriola