A un compás de dos cuartos
tu voz resuena en el pasado,
con lágrimas que lloran muertos
como su último hálito a tu beso.
Con el molde de tu piel que amaestró a mis manos,
con ello sigo con el corazón a piel quemada
y ahora me arto de penetrar a musas que no son nada,
pues se ha jodido el timonel de nuestros letargos.