Alberto Escobar

Retrocedo

 

 

 

 

Abro una cálida ventana de agosto.
Mediodía.

Me inclino sobre su materno alféizar.
Mi mirada vuela hacia la infantil baldosa
que galopa cansada del trote, brotan risas.
Me llama el remanso de un niño, solo.
El resto se confunde en un incesante fluir,
gritos, patadas, juntos.
No veo más que al que está en el banco.
(El que se para a reflexionar)

Noto como levanta su mirada, se da cuenta...
Se me detiene en los ojos, fijo, como si me
conociera.
Me sonríe, dulce, cómplice, nos fundimos...
Somos uno.

Era yo.