Olvidarte en los confines de la omisión
sería infortunio.
Rancias palabras y excesivas ansiedades
en mis pasos si decido existir en este singular
que desde siempre ha planeado
sobre un digno plural.
No olvidarte..., profesarte y despojarme de mi libro
vano por ti, por ese “yo” que me revive a base
de cosechas ociosas y entregas de besos
que anhelan siglos de indulgencia y noches
expuestas a las diversas opciones de la Pasión.
Rehusarte, evidentemente, sería perdición;
sería tan torpe como buscar
entre las tinieblas la oscuridad,
siendo yo conocedor de que el albor
reside entre los giros misteriosos
de tus reflexivos labios.
...Y caminar, sin descanso,
caminar contigo hacia un vaticinio
que gracias a tu presencia es,
vitalmente, bendición.