Hoy he cerrado mi alma a cal y canto
justo antes de lanzar la llave al mar.
No me rentabiliza desgastar
lágrimas que no merecen mi llanto.
Hoy decidí clausurarme ante tanto
desaliento provocado al azar,
con el único afán de celebrar
funerales en honor al espanto.
Desde este mismo momento, no cabe
la posibilidad de que me afecte
lo más mínimo la demostración
de frialdad que posee como clave
la intolerancia, no sea que me infecte
el mal y se me extienda al corazón.