Señor un día, sin merecerlo
Enviaste un ángel conmigo.
Me dijo que era mi amigo,
Y me dejó conocerlo.
A mi amistad llamó don
Y siempre la agradecía.
Su fe conmigo compartìa,
Enviando a diario una reflexión.
Reza por mí me decía
Y pide a Dios bendiciones.
Para que otras naciones,
Conozcan La Profecía.
Qué humildad la de este hombre
Y qué gran desprendimiento.
Da de beber al sediento,
Y al hambriento calma el hambre.
Bendícelo señor grandemente
A él y a todos los suyos.
Pues ellos también son tuyos,
sosténlos eternamente.
Y dale el premio anhelado,
Ese que Tú prometiste.
pues su alegría consiste
Que estés siempre a su lado.