Voy ordenando esta vida en el crónico pedestal para las cosas rotas.
Una herida que arde: la permanente sujeción de lo imposible.
La triste impotencia del amor
Que no basta, no sutura, no libera,
Ni siquiera duele;
Ni siquiera puede pararse firmemente para saberse amor.
En hermandad con la decadencia, tantos cadáveres, tantas astillas;
He hecho un boquete a una puerta cerrada
Para escaparme de mis últimas consecuencias.
¿Adónde vas, barca vacía, atreviéndote a dejarme en tierra firme?
Si al menos esta desesperanza tuviera fuerza suficiente.