Quisiera, mi casita marinera,
de techo abovedado y blanca luna,
ligera y colosal, (sin duda alguna,
con forma de gracioso caracol,
de espuma salpicada, en la colina;
quisiérala de sólidas murallas,
testigo fiel de cientos de batallas,
-meciéndose tranquila bajo el sol-,
y contemplar sus múltiples estancias:
la cala rebosante de alegría,
las olas, a compás en la bahía,
llegando, sin descanso, al litoral...,
y coronar, mi casa fabulosa,
el cielo, dando vida al malecón,
inscrito en un grandioso corazón
y fuera, el mundo entero, un ventanal.
Gonzaleja