Yo que pedía tus caricias por
doquier; y tú, abrazaste mi tristeza.
Yo pedía el rosado de tus manos
y el verde de tus campos matinales.
Tú que eras carne y hoja del vergel.
Las brasas de tus pechos encendieron
la noche. Se hizo día por tu eclíptica.
Yo aún dichoso de tu sangre dije:
\"¿Por qué me ves tan dulce, tan exacta?\"
Tú cerrabas mis voces con tu beso.
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David John Morales Arriola