Mi padre me llevó un día, con dos siervos de la casa,
por la tierra de Moriah y un burrito con su carga.
Por tres noches caminamos por un sendero de grava.
-¿Adónde nos llevas padre?
-A la cima más lejana.
Grande fue mi desconcierto cuando noté que lloraba.
El paso de las tres lunas sus facciones demudaba.
Al avistar la montaña,dejó atrás a los criados
y agravó con muchos leños
mis hombros adolescentes.
-¿Y qué haremos solos, padre?
– Sacrificar y orar quedos...
-¿Sin la ayuda de sirvientes?¿ Sacrificio sin
cordero?
Y al ver su mirada triste y sentir todo su miedo,
con los labios apretados no dije:¿soy el borrego?
Ni grité:¡soy tu hijo amado… la risa de tu vejez!,
soy Isaac, hijo de Sara… el hermano de Ismael.
Sellé mi boca de niño, callé y sin detenerlo
dejé que me atara inerte,
al altar sobre los leños.
Su brazo blandió el cuchillo
sobre mi trémulo cuerpo,
cuando una Voz que tronaba,
me quitó el conocimiento.