Juan Pablo Perez

Mi gato en la ventana

Mi cuarto tiene una ventana que da a... Nada, está cubierto por unas tejas y al rededor unas paredes.

 

Un día abrí la ventana y mi gato saltó al marco y se sentó ahí, miraba y miraba hacia arriba entretenido por algo, tal vez palomas que se postraban ahí para pasar descanso en un día caluroso, tal vez cuidando sus crías, tal vez alimentándose de animales que yacían en el tejado.

 

Curioso fue caso de un día encontrar a mi gato a media noche viendo hacia la nada, intrigado me acerqué y... Sentí en él tanta tranquilidad que me siento en el sofá mirándolo, viendo cómo dormía, como no se movía, como soñaba acostado en su abdomen postrado en el marco de mi ventana.

 

Un día me acerqué a él y acaricié su lomo, él se despertó y me miró a los ojos y pude ver cómo una galaxia entera se reflejaba en su mirada, estrellas y estrellas brillantes, relucientes, carentes de oscuridad todas brillaban nítidas y llenas de vida, se movían danzando entre sí, carentes de alguna vida propia se fueron estinguiendo cuando mi gato cerraba los ojos, su brillo aunque disminuía seguía siendo hermoso y tentador, carismática sensación de poder estar en un lugar distinto, me sentía volar; al cerrar sus ojos vuelvo a mi realidad ¿Era a caso un momento fugaz o tal vez un secreto descubierto? 

 

No volví a acariciar mi gato, temeroso de no volver a ver tal maravilla me dormí.

 

Esa misma noche soñé volar en esa galaxia, soñé deslizarme entre estrellas, tocar el espacio como sorfista que toca la ola mientras se desplaza en ella, me sentí cubierto de una magia distinta, me sentía en una dimensión tan real que por un momento creí estar envuelto en ella. Llegué a un mundo color violeta, sus árboles eran parecidos a los nuestros, pero de característico color del planeta, su brisa cálida no era tal bochornoso, estaba maravillodo al ver como mi gato se acercaba a lo lejos, paciente paso por paso se acercaba mirándome con sus ojos calmos y rasgados.

 

Llegó hasta mi y dejé de sentirme sólo, hasta que levantó su pata, casi señalando me, me despidió... Y desperté, desperté entre cobijas cálidas que abrigaban mi lecho, desperté y a mi lado mi gato, dormido haciendo un círculo con su cuerpo y su cola, no se movía así que lo acaricié y despertó muy lentamente... Pero sus ojos eran los mismo de siempre, aunque he de admitir... Qué nunca me sentí más feliz a su lado.