En los tiempos donde reinaba la nada
un sol brillante apareció como un faro;
así puedo retratar feliz a tuyo corazón
que me trajo nuevo a los felices años.
Esa luz es radiante, verdadera, gloriosa:
es bondad que contagia en cualquiera
la calidez y fineza de unas tiernas rosas,
los colores más puros de la primavera.
Ya no veo sino solamente cosas bellas,
un mundo que se recrea en milagros,
la Tierra donde el amor no es querella
y los besos son mariposas sin cardos.
Por eso, agradezco por el sol brillante
que me permite la naturaleza admirar:
yo le corresponderé a la mujer amante
hasta que sol y la luna se fundan igual.