Me pesan los huesos de silencio
y un frío oscuro y profundo
infla mis pulmones como daga hiriente.
O corazón, que torpe y ciego eres,
tu infame proeza de terca amargura
ha de dejarme pronto sin vida.
Se acerca ya la media noche,
maldito silencio, por qué me torturas,
te pareces tanto a ella,
como su rostro y su durlzura,
sin palabra, sin suspiro,
sin el \"buenas noches\".