Cuando paseaba yo
por ese bello lugar,
vino hacia mi mente
tu cara de felicidad.
Como un verdugo
es a la horca,
su malestar
no es para mí
y como a la espuma del mar
yo lo dejo ir.
Me sacrifico por él
dejando mi corazón molido,
para que vos seas feliz
como yo nunca lo he sido.
Para yo ser feliz
debes dejarme ir.
¡Ay, que cruel es la vida!
para vivir debo morir.