Nos despedimos con el alma rota y nos dimos un último abrazo que añoraba tiempos perdidos, le di un último beso que se fugó con su aroma esparcido.
Y así fue, que me perdí entre su perfume, y entre su carne desnuda.
No...no quería, pero era la única opción que tenía, las cartas sobre la mesa y la copa vacía, fue una noche de tangos, vino y melancolía.