“A las misas de réquiem
nunca fui aficionado”.
(Joaquín Sabina)
Hoy has dejado de vivir, te quedaste sin sangre al derramarla tú en palabras, para todos mis silencios. Tu muerte no ha sido en balde, me hiciste muy feliz algunas veces, muchas veces, recogiendo mis sentimientos. Hoy no te acurrucarás junto a mi corazón, en ese bolsillo tan tuyo; no, no estarás ahí, tú, eternamente enamorado de hojas puras, virginales ellas, a las que tú seducías dejando tu semilla; tú capaz de escuchar mi interno llanto; tú, capaz de imaginar un mundo muy humano, un mundo con flores robando los colores a esas inquietas y fugaces mariposas. Hoy, mi vida ha quedado viuda de tus increíbles ideas; hoy, nadie derramará una lágrima por ti. Tú, puñal hiriente, muchas veces, daga de amor, pocas. Por ti corrió sangre azul de la más altiva realeza. Hoy me has dejado, me has abandonado cuando más te necesitaba, ahora que triunfando estabas. Ahí, permaneces desalmado, yerto en una mesa. ¡Cómo no voy a recordarte si dejaste lo mejor de ti en mi! Descansa en paz, mi querido bolígrafo. Amén