Fuiste un heraldo en la dulce en primavera,
como Alba diáfana para el ocaso entre ocasos,
una beldad que levanta el velo a mi quimera:
mi abismal oscuridad, su regazo.
Cuando sellas tus párpados –dichosos–,
emerge la noche y nace el amor.
Cuando abres tus ojos, su resplandor,
aviva la tibia llama del Sol.
Por ti, flores crecen donde es desierto
y las aves no emigran en invierno.
Por ti, regresa a la vida el Mar Muerto
y nace el Edén entre cien infiernos.
Somos, como dos astros eclipsados
en el infinito: cuasi silentes.
Navegamos entre lirios ensalzados
por la eternidad y sus mil instantes.