Porque, pobre de aquel
que intente detener,
la ola de su propio mar;
de mermar su densidad,
de menguar su fuerza,
y enervar su amanecer.
Miserable por demás,
quien ostente el poder
para opacar la libertad.
Y si llegara a ocurrir,
no habría otra opción,
que defender el existir,
con ideales y pasión,
hasta por siempre vencer.