¿Por qué no te quedaste para inspirarme
de nuevo una poesía en cada noche?
¿Por qué no fuiste el alba toda mi vida
o la exactitud de mis manantiales penas?
¿Acaso en mis manos no fuiste una canción
y en mis labios una caricia de manzana,
esa que cada noche te dio mi amor, amor,
inspiradora ebúrnea y pincelada de oro?
Tantas noches lloré tu adiós y otras tantas
intenté olvidar las heridas de tu boca.
Grité con mi silencio tu nombre, campesina,
y el silencioso espacio me respondió callado.
Rasgué mi niñez con tus recuerdos tristes
como esperando tu regreso a mi testa un día.
Te hice un altar y te fabriqué un poema.
Encontré la rosa azul de tus lejanos sueños.
Nada sirvió para recuperar tu amor:
ninguna de mis bendiciones te alegraron.
Lejos de tu cariño mi corazón murió
y, lejos de ti, mi alma y mi ser desfallecieron.