Eran pocos sus momentos de felicidad,
atrás ya había quedado esa dulce sonrisa,
que iluminaba su esencia,
eran sus momentos de casualidad,
en que ella sabía que pertenecía al mar.
Una noche, como dulce canto de sirena,
la niña se entrega al mar,
donde las historias de amor,
nunca se escribieron,
donde las olas van y vienen,
trazando dulces recuerdos.
Donde la arena borraba,
cada huella de sus pies a su destino,
cada huella de sus escritos que,
terminaban en un \"te quiero\".
Y donde cada noche,
la luna baila con el mar,
al compás del viento,
como dos amantes eternos,
reflejando un amor prohibido,
a los ojos de los mortales,
un amor secreto, silencioso,
un amor perfecto.
Ahora la niña volvía a sonreír,
con su tierna mirada,
esta vez llevaba una rosa,
tatuada en su pecho,
para darle a su amante,
cada noche de luna.
!!!