Torpe trepo el tapial,
noche tibia, silencio.
Multitud de aromas frutales
en el profundo verde
que reflejan la luna.
Recojo diez rosas.
Estremecido, precipitado,
y ebrio de sudor capilar,
el deseo prohibido.
Llego al balcón,
miro desde la ventana
hacia el cuarto,
-Y entre penumbras-,
está ella…
Casi dormida, se incorpora,
tímidamente, me sonríe.
Providencia de virtud
concebida mujer.
Dos copas de champagne
tres cerezas en un plato
y un -“contigo la noche
más bella”- su bienvenida.
Esparcí en su torso
pulposos pétalos de rosa,
y me perdí…
En la profundidad
de su mirada azabache,
en el fuego de sus cabellos,
en el universo de su sonrisa,
en sus hombros tatuados,
los portones del paraíso.
En ella….
El encuentro fue tierno,
sus ojos entreabiertos,
el prodigioso perfume
de su orgasmo, y una lágrima.
No supe o no quise entender
el murmullo de sus alas.
Me ofreció su esencia,
elegí su forma.
Me presentó su alma,
solo vi su cuerpo.
Un ángel mutilado
de sueños, de sentimientos,
mutilado por amor…
Mil poemas escribirá
para saciar sus lágrimas.
La belleza, víctima
de mi ego, de mi ceguera
Mil olvidos no curan un dolor…
Anton C. Faya - Enero 2018 -
Argentina