Te extraño tanto que a veces confundo el olvido con un lento paréntesis
Extraño aquel puente de resbaladizos presagios
La lluvia callada de aquel 6 de enero
Los viñedos Imaginarios donde soliamos destilar nuestro vino
entre los pies ceñidos por los encuentros
Te extraño como el oro a sus quilates dilatados por el fuego fatuo de un recuerdo
Como la abeja que olvidó su aguijón en alguna piel
El hermitaño que se convirtió en asceta
Te extraño porque es la moda del corazón hacerlo
Porque me lo piden los latidos desnudos de tus piernas
Te extraño como la cordillera a las nieves derretidas por el descuido de un sol
que no se resigna a perder la luna
Te extraño como las gotas de aire a una catarata azul en la montaña
Te extraño entre los agujeros de la lluvia que no amaina en otoño
Entre las dosis de sexo despues del Lido
entre el deseo de tus labios despintados por la lujuria de un enigma
Te extraño por si las dudas
en la cólera de un desenfreno
en el remolino de una pregunta
Entre las distancias acumuladas entre dos besos
Entre las arpas y las escamas dormidas de un adiós
Te extraño y no debería hacerlo
porque mientras mis manos sangran infinitas
en las arterias de una rosa... tus espinas
tienen otro destino.