Puedo apostar que tú me has mirado más veces que yo, porque cuando yo doblé en la esquina y levanté la mirada tus ojos ya sonreían por mí, y de golpe, avancé hasta llegar a ti, no titubeé en mis pasos pero las pulsaciones del corazón querían devolverse, pero es que era un hallazgo imposible porque mientras el cielo destilaba la lluvia, tú estabas de traje, parado a la deriva y yo iba de vestido corto y mangas tres cuartos, ese día, el frío estaba bravo con el agua porque no nos dejó mover de aquél pequeño escalón donde milagrosamente no caía la lluvia, el problema es que sólo había lugar para uno, y ahí aprendimos nuestra primera lección, mientras alguien está escampando en el escalón y anhelando que todo termine para poder marcharse y quitarse del cuerpo el frío, aparece otra con las fuerzas de soportar el frío que ya no la quema sino que le hace citas con el amor.
Somos un sentimiento aleatorio, una casualidad cruzada, en el diario del destino.