Anoche, mientras el alma, así, lloraba.
Entraron como bestias las oscuras
congojas; un desierto de locuras
me dió sed. Y entendí que yo te amaba.
Errante aún; tomé mi copa granate
de vino, donde suelo adivinar
mi dolor en las olas de tu mar.
Entendí que mi corazón no late.
Oh, qué pena! La noche en su armonía
y plenitud, soltó su abrupta queja;
y oí, que de mi sangre tan bermeja...
nació la juventud de una María.
Anoche, tan humano me he sentido;
que pude comprender tu lejanía.
La luna reflejaba a su María,
y un canto que decía : \"amor perdido\".
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David John Morales Arriola