Aunque no disponga de certificado
que me acredite como tal, puesto
que los poetas nunca se han forjado
en aulas, hoy pongo de manifiesto
que me declaro poeta.
No soy licenciado, diplomaturas
no tengo ni entiendo la ciencia exacta.
No me rijo por dogmas, jefaturas
me sacudo, más bien soy autodidacta.
Son pocos los docentes que he tenido,
ahora bien, si amontonan una a una
las páginas que en mi vida he leído,
la columna frisaría la luna.
Pienso en verso desde que me levanto
hasta que me adormezco, por lo tanto,
yo me declaro poeta.
Mientras que el codicioso desespera
por vender lo que escribe con mero afán
recaudatorio, yo a la primavera
traduzco para recitarle al mar.
Mientras que el viejo casado corteja
a la joven que acepta por dinero
y el adolescente ronda a la vieja
himnotizada por su sonajero,
yo le susurro al amor verdadero,
que no es otro que el que no espera nada
a cambio, adoro a la flor a pesar
de saber que se apagará pasada
la primavera y no volverá más.
Amo a la primorosa mariposa
que se acaba de posar en la rosa
y antes de mirarme echará a volar.
Mientras que el falso humilde hace alarde
de sencillez y el autentico falso
defiende a quien apuñala más tarde
y ambos, irremisiblemente acaben
enzarzados en un fútil conflicto,
yo, tanto el uno como el otro saben
que solo me fío del eucalipto.
Mientras el parado busca trabajo
y el trabajador piensa en la pensión.
Yo, ni desocupado ni a destajo,
me mantengo viviendo con pasión,
dejándome llevar y echando el resto.
Para que no haya duda, por todo esto
yo me declaro poeta.