Mariana Pineda me lloró esta mañana.
Espera la sentencia del lucero del alba.
Le abrí mi puerta, entraba descalza,
Olía a jazmín y flores de lavanda.
La bandera que por vestido llevaba
le cubría hasta el cielo del alma.
¿De qué huyes? le interpelaba.
Huyo de la congoja que me embarga,
que me tiene presa y malparada.
Los secuaces fernandinos me llaman
para ser pasto de sus terribles llamas
y vino viejo de sus sedientas gargantas.
Anhelan sin rebozo que les cante la trágala,
pero yo solo tengo voz para una nueva España.
El patíbulo impertérrito de muerte me aclama.
Mi delito, esta bandera que ves bordada
que derrama sangre amarilla, roja y morada.
Seré posteridad pronto, muy a la alborada
vendrán los verdugos porque alguien les manda.
¿Quién es ese alguien? yo me preguntaba.
Como adivinando la pregunta ella me contestaba:
Ese alguien es el enemigo de mi patria.