La fría luna bañaba
las plateadas colinas
con una luz de quimera,
suave, lejana, perdida.
Todo quedaba dormido,
solo se oían los vientos,
a veces como susurros
y a veces como lamentos.
¡Cuantos edenes perdidos
pasearán sus silencios
entre las sombras errantes
que del olvido nacieron!
¡Cuantas palabras vacías
sollozarán en los ecos
que el viento arranca a las hojas
con sus embates violentos!
--- Y al cabo, vuelve la calma,
y al cabo, vuelve el silencio
para adueñarse del valle,
para acallar los lamentos,
para sumir en la niebla
sueños, suspiros, recuerdos
para apagar los luceros
y amordazar los deseos,
para envolverte en la noche,
para arrancarme tus besos,
para apagar ese fuego
que da calor a mi pecho,
para cubrirme de escarcha
la piel, la alcoba y el lecho.