Cada vez que llueve,
cierro mis ojos y tus ojos vuelvo a ver.
En esa inmutable sordina
de empañados grises
y de abismos sutiles.
Nuestra esquina en común,
un viejo café
y la adrenalina del primer encuentro.
Ese algo en el aire de no saber qué…
La lluvia…
Cántaro fantasmal de mi destierro.
Tus ojos…
bálsamo de mis horas más severas.
Almendras de luz esmeralda.
El color azul de la hora señalada,
el agua puntillosa y prolija,
dos pocillos de café… y tu:
Aquello que pudo ser.
¡Y ese inmenso anhelo por volverte a ver!
Cada vez que llueve,
cierro mis ojos… y tus ojos vuelvo a ver.