alupego (Ángel L. Pérez)

EL GRITO DEL SILENCIO

 

Como ensordece el silencio.
Cuando lucha el pensamiento,
por encontrar la razón.
Si la batalla interior,
arrebata los sentidos.
De que nos sirve el clamor.
Para que sirven los gritos.

Silencio, dijo el autor.
Cuando elevando la voz,
increpaba a los reunidos.
Un murmullo arrollador,
dejó en silencio al autor.
Y todo el mundo quedó,
en un silencio exquisito.
Un extraño bienestar,
en la atmósfera flotó.

Ausente quedó el recuerdo.
Y un silencio sepulcral.
Como mordazas de viento.
Cerró puertas y ventanas,
del santuario del Tiempo.
Se apoderó de su olor.
Abdujo sus pensamientos.
Y libando sus esencias,
los sentimientos secó.

En una brizna de voz.
Quedó convertido el grito,
que reclamaba atención.
En sus ojos de silencio.
Las palabras se perdieron.
En un muro se quedaron,
prisioneras, sin destino.
Otros tasaron su vida.
Así, otros la condenaron,
a aquel silencio maldito.

Libre,
el silencio quedó.
Prendido de la conciencia.
Sin ninguna resistencia,
las voces arrebató.

Es el silencio elegido.
El que vibra de emoción,
cuando el silencio es sentido.
Aumentando su valor,
si enriquece lo vivido.
A. L.
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