Miro alrededor,
reina la desolación
de cada rincón brota el duelo;
me hundo en la angustia.
Observo,
seres multicolores
que como lobos hambrientos,
se devoran unos a otros por el poder.
Escucho,
como brotan de sus labios,
paradigmas cerrados
que construyen una casa sin ventanas;
simples convenciones
que paralizan la verdad.
Me cobijo bajo un árbol,
su sombra
me envuelve con amor;
mientras sus ramas,
refrescan mi cuerpo.
Las aves con ternura
lo aseaban,
adornando sus frondosas ramas
con sus nidos preñados.
Guiado,
por la brújula de la comprensión,
puedo arropar a mi prójimo;
en especial,
a quien me maltrata.
El inhumano
que ha dejado en la orilla del camino
el afecto y la solidaridad,
actuando ahora con crueldad;
me paraliza;
pero,
el amor es reacción en cadena
que transforma mi existir.
La inteligencia divina,
me da el conocimiento
para superar la inclemencia.
Cada amanecer,
es página en blanco
donde escribo lo inesperado.
Puedo lanzarme
desde cualquier ventana
para borrar lo vivido;
pero hoy,
trazo aquello que nadie vive;
recupero mi vivir a plenitud.
Soy cocreador de mis hijos,
agradecido ahora sé,
que son poemas escritos para siempre,
seres llenando sus propias páginas.