Llego el momento de la despedida mi niño malo, y el vértigo carcome mis sentidos.
Me atormenta la idea de dejarte ir, mis uñas se consumen por la presión que generan tus palabras... el olvido me irrita.
No te vayas mi niño malo, necesito tus dedos en mi espalda.
Ahí estaba yo, negando historias pasadas luchando por alguien que no me queria mas.
Te entregue mis sentidos, alma mente y cuerpo, sin borradores.
Mis lagrimas mojan mis mejillas y siento como se me derrite el tiempo. Grito tan fuerte que... nadie me escucha.
Sonidos invisibles.
Algunas veces siento el eco de mi voz en la garganta del señor que vivio en el espejo a sombra de su reflejo engañandose a si mismo para sentirse vivo.
Contando flores muertas, podridas por dentro.
Las despedidas son bienvenidas.
Continuar sin explicar.
Despegar.